En la década de los 60 del siglo pasado comenzaba
la extraordinaria proyección internacional de Edson Arantes do Nascimento, el
inconmensurable Pelé, no había medio de comunicación, que no se deshiciera en
ditirambos y elogios a su calidad infinita, considerando además que el impacto
de la televisión en aquella época era mucho menor que hoy en día, en Uruguay
éramos multitud los que ansiábamos disfrutar con su presencia en una cancha.
Sin embargo, el tarro de las esencias permanecía
cerrado, había realizado 3 o 4 visitas a Montevideo con su Santos enfrentando a
Nacional y Peñarol y no pasaba nada, seguíamos esperando, achacábamos el
fracaso de la Perla Negra a la clásica fortaleza de los defensas uruguayas o a
su no menos reconocida dureza.
Pero, una noche 1963 o 1964, jugaban Nacional y
Santos, la delantera del Santos:
Dorval, Tostao, Coutinho, Pelé y Pepe, ( casi
nada), el Centenario, portería de la Amsterdam, Dorval coge el balón cerca del
banderín, lo marca el Sapo Origoni, lateral izquierdo ,le muestra la pelota ,el
Sapo entra al amague y hace un surco en el césped, sin consecuencias, repite
Dorval y Origoni recuerda el Cara al Sol y aquello de “impasible el ademán” y
hace otro surco, entonces Dorval ve venir a Pelé lanzado a portería y lanza un
centro a media altura paralelo a la línea de fondo. 80.000 personas esperamos
el frentazo, incluído el portero Roberto “Huevo” Sosa que inicia el vuelo hacia
el poste izquierdo, pero ahí aparece la magia. Como suspendido en el aire Pelé
con un casi imperceptible giro de cuello envía la pelota lenta en parábola al
otro palo,GOLAZO.
Adiós eclipse, adiós obscuridad, viva el fútbol.
En un solo momento, en un suspiro el Negro Único nos había reconciliado con la
gloria, el genio se había reinvindicado para los afortunados que estábamos
allí.
Sin embargo el destino no es igual para todos, 50
años antes, 1910 para ser exactos, otro genio, nada menos que Enrico Caruso,
tenía también sus problemillas con la afición de La Muy Fiel y Reconquistadora
Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo y no porque la afición operística
tuviera la culpa, que la podría tener, hay
que tener en cuenta que comparados a ella los
”hooligan” ingleses o los del Fondo Sur son chicas del Sacre Coeur. Ésta vez
fueron problemas empresariales,
que al estar a las informaciones de la época
empezaron mal y terminaron peor,
Caruso fue contratado para cantar en el Solís,
principal teatro montevideano y terminó actuando en el Urquiza, luego el
Estudio Auditorio del SODRE, de menor rango, lo que provocó su operístico
enojo, y para concluirlo, la actuación propiamente dicha fue perfectamente
olvidable y saludada por el respetable con una sonora silbatina.
Hay testigos que aseguran que en el saludo de
despedida el tenor incluyó un disimulado pero perceptible corte de mangas.
Como pasaba siempre, la llegada del artista había
generado enormes expectativas materializadas en homenajes diversos, en esa
ocasión un chef: Raymundo Monti, del Restaurante “Mario y Alberto” publicitó a
bombo y platillo que Caruso sería recibido con una gran Banquete en el
Restaurante, y dadas las conocidas preferencias del mismo por la pasta italiana
el plato principal sería cappelletti acompañados con una salsa especialmente
creada y bautizada en honor al maestro con su nombre.
Todo lo sucedido entre los bastidores y el
escenario del Urquiza determinaron la cancelación de la cena y la no
degustación carusina de la salsa pero no impidieron la irrupción triunfante del
plato en la pequeña, ecléctica, entrañable, gastronomía uruguaya tan llena de
platos de orígenes extraños y paternidades dudosas.
Antes que nada vamos a procurar evitar la
ambigüedad que reina entre los cappelletti y los tortellini ya que en la
literatura podréis ver adjudicados los nombres por igual, pues no, los
cappelletti son redondos mientras que los tortellini son casi pentagonales y
recuerdan la capella o tiara de los obispos, o sea que los cappelletti son los
que NO recuerdan la prenda que les da nombre. Los dos se diferencian en que
para confeccionar los tortellini se parte de un cuadrado de masa y para los
cappelletti de un círculo.
No obstante, podéis encontrar en algún libro lo
contrario.
Vayamos pues, con la receta de los “ cappelletti
a la Caruso”
Masa.
300 g de harina blanca
3 huevos medianos
1 cuch aceite de oliva virgen
Sal a gusto
Amasar hasta suave, los huevos deben estar a
temperatura ambiente amasar sobre madera evitando superficies frías como el
mármol. Guardar bajo plástico en nevera un mínimo de 30 minutos.
Relleno (Admite variaciones.)
250 g de carne de vacuno muy picada
250 g de Mortadela italiana muy picada
200 g de ricota, requesón o queso de Burgos
100 g de parmesano rallado
1 cucharada de perejil picado
1 cucharada de albahaca fresca picada
Nuez moscada, sal, pimienta negra de molino.
Homogeneizar y ajustar condimentos. Para
rellenar, con rodillo o laminadora alisar la masa a 1mm de espesor, con un
cortapastas de 5 cm de diámetro cortar discos. Tomamos un disco , para
rellenarlo colocar en el centro un poco de relleno, doblar por la mitad y
presionando con pulgar e índice pegar los dos extremos del doblez. Como conozco
mucho a mis lectores y soy consciente de que la vagancia es humana, también se
pueden adquirir, ya hechos, aquí en Madrid, en Caprice, Fernando VI 2, los
rellenos de setas están muy bien. Se cocinan en agua y sal a fuerte ebullición,
se retiran según dureza elegida y NO se refrescan.
Salsa
400 ml de nata
50 g de mantequilla
¼ k de champiñón
200 g de jamón
2 cucharadas de fécula de maíz (Maicena)
100 g de parmesano rallado
1 cucharada de extracto de carne Bovril
Sal, pimienta negra de molino, nuez moscada
recién molida “a piacere”.
Saltar en mantequilla los champiñones cortados en
dados pequeños, agregar el jamón también en dados o lascas y luego la nata, la
maicena suspendida en un poquito de agua, el queso y el extracto de carne.
Limitar la viscosidad de la salsa. Dejar hervir un cpa
minuto revolviendo con cuchara de madera. Se
sirven los cappelletti recién cocidos y cubiertos por la salsa. Se puede cubrir
con parmesano rallado por encima.
Acompañar de un tinto ligero.
Por otro lado circula una versión que adjudica la
paternidad de la salsa a un restaurante de idéntico nombre al citado y situado
en Constituyente y Tacuarembó de mi Montevideo, pero la fecha se retrasa a los
50 del siglo pasado.
Los mejores que he comido en mi vida eran los
elaborados en el legendario Restaurante de la Estación Central (década del
50-60).
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